EQUIPO DE PROYECTO
Malena Donadio y Martina Faramiñan Jarak
Muchas ciudades del mundo se encuentran afectadas por problemas medioambientales y Buenos Aires no es la excepción.
La Ciudad de Buenos Aires, es considerada el epicentro del país, además de ser la ciudad más poblada de nuestra república.
Actualmente solo el 5% de la energía de la ciudad proviene de fuentes renovables.
La matriz energética actual emite más de 400 gramos de CO2 por KWh generado, principalmente por la combustión de gases para generar energía eléctrica.
Uno de los ejes fundamentales de nuestro proyecto es alcanzar la descarbonización energética para el año 2050.
Para lograrlo decidimos apostar al hidrógeno verde como fuente de energía de punta, ya que el hidrógeno abunda en la tierra y tiene el mayor contenido energético de los combustibles.
Se ubicó una planta específica en la Isla Demarchi para la generación de la energía a través de aerogeneradores ubicados en el Río y el agua dulce mediante la Electrolisis. Consiguiendo así el hidrógeno verde que es 100% sostenible, almacenable, versátil y transportable.
Para abastecer la producción del hidrógeno y producir más energía, decidimos aprovechar el Río de la Plata, tanto por su ancho como por sus vientos, para proyectar un parque eólico con más de 1.600 aerogeneradores horizontales.
También, se proyectaron aerogeneradores verticales en las autopistas de la ciudad,
aprovechando al máximo está fuente de energía.
En el año 2017 el Gobierno de la Ciudad instaló 328 paneles solares sobre los techos de las estaciones Obelisco Sur y Obelisco Norte del Metrobus, nuestro proyecto extiende está propuesta al resto de las estaciones de la 9 de Julio, además de continuarlo a las que se encuentran distribuidas en la ciudad, generando alrededor de 3 millones de Kw anuales.
Hacia el año 2050 los residuos de poda estarán al alcanzando aproximadamente las 275 mil toneladas anuales, por lo que se aprovechará para producir energía por medio de una
planta de tratamiento de biomasa.
Como la basura también puede funcionar como un insumo energético, se proyectó una planta de tratamiento que será de mayor provecho en los primeros años pero que aminorará su producción hacia el año 2050, gracias a la disminución de la generación de basura.
La ciudad tiene un promedio de 6.6 vehículos por kilómetro cuadrado, esto no solo influye en el tránsito sino también en la contaminación del aire. Al mismo tiempo, muchas zonas de la ciudad se encuentran aisladas por la falta de medios de transporte público.
Con el objetivo de limitar el uso de vehículos particulares y mejorar la calidad de la movilidad, diseñamos un sistema de transporte público integral, similar al implementado en la ciudad brasileña de Curitiba, que completa el tejido actual y facilita el traslado de los usuarios. Está red conecta trenes, subtes, pre metro, metro, colectivos y bicisendas.
Este sistema asegura la cercanía de paradas y estaciones de todos los medios, en un rango nunca mayor a 10 cuadras.
También rediseñamos las autopistas que atraviesan la ciudad para conectarlas con la red de transporte público por medio de un nuevo metro.
Las calles y avenidas también fueron repensadas, considerando la expansión del sistema de transporte público y la disminución de los vehículos, dándole al peatón la prioridad. Cada tipología fue diseñada teniendo en cuenta el mayor aprovechamiento del espacio y ponderando la necesidad de densificar las masas arbóreas y superficies absorbentes de la ciudad para mitigar los impactos de la isla de calor y mejorar la calidad del aire.
Uno de los principales problemas ambientales a los que nos enfrentamos es la basura. Actualmente en la ciudad de buenos aires se genera 1.5kilo de basura por persona cada día. El objetivo es no solo tratar la basura de forma adecuada para que no produzca contaminación, sino por sobre todo disminuir su generación.
Hacia el año 2050 sólo estarán permitidos los envases reutilizables, principalmente de vidrio. También se realizan las compras a granel, para disminuir el desperdicio y evitar envoltorios y plásticos de un solo uso.
De está forma, la mayor parte de nuestra basura estará compuesta por desechos orgánicos que se utilizarán para generar compost para las huertas comunitarias y personales, produciendo abono para alimentarlas.
Los desechos que no puedan ser reciclados, como insumos médicos y sanitarios, serán depositados en la planta tratadora de basura, donde reciben un tratamiento similar al de los rellenos sanitarios pero en un ambiente controlado y sin contacto con la tierra o el aire. Los gases generados por la descomposición de la basura producen energía y los líquidos lixiviados segregados en este proceso, reciben un tratamiento de filtrado que le permite luego ser utilizado para riego.
El agua tiene un rol fundamental en la forma en que vivimos la ciudad y disfrutamos los espacios públicos.
Las fuertes tormentas que aumentaron su intensidad debido al cambio climático revelaron que la infraestructura actual de nuestras ciudades no da abasto para sostener los niveles de precipitación a los que son sometidas.
Para esto, se diseñaron parques inundables que permiten aprovechar el recurso hídrico de una manera más eficiente sin interrumpir su ciclo natural y afectar los ecosistemas asociados a ellos. Estos parques fueron los encargados de transformar el problema en una oportunidad, ya que estos ayudan a mitigar el riesgo asociado a eventos hidrometeorológicos, a disminuir la contaminación de los cuerpos de agua y a reducir la escasez del recurso. Son una alternativa eficiente y sustentable, que integra los procesos de la naturaleza con la ciudad.
La interacción permanente entre la infraestructura, la vegetación y los elementos ambientales, permite que el ciclo del agua funcione de forma natural.
Uno de los beneficios más importantes de estos parques es que contribuyen en la reducción de costos de mantenimiento reciclando el agua de lluvia y permitiendo el flujo natural de los cursos de agua; además de contribuir con la reducción del calor en las ciudades y el aumento del confort de los espacios públicos.
Proveer a la ciudad de sus propios medios para abastecerse de alimentos no solo encuentra un enfoque sustentable, sino que identifica una problemática social. La implementación de huertas urbanas comunitarias en espacios de la ciudad, como plazas y lotes baldíos, ayuda a acercar alimentos accesibles a todos los sectores de la ciudad y a disminuir los traslados de mercancías.
Las huertas flotantes planteadas en Puerto Madero permiten producir verdura hidropónica, reduciendo el consumo de agua y evitando utilizar herbicidas en la producción de alimentos.
Por otro lado, se diseñó un sistema de barcazas que transitan por el Río de la Plata, que permiten cultivar alimentos de distintas temporadas y zonas de nuestro país, así como también aprovechar las redes marítimas para transporte de alimentos. Estas barcazas podrán detenerse en los distintos puertos de frutos para vender sus productos.
Con el transcurso del tiempo y luego de la crisis sanitaria que hemos vivido en los últimos dos años, muchos edificios de oficinas de la ciudad se encuentran vacíos y a la venta. La conversión de estas edificaciones en viviendas, ayudó a fortalecer el microcentro y reutilizar los espacios que se encontraban sin ningún tipo de uso.
De está forma, se aprovechó la infraestructura, y la gran conectividad que la zona tenía para generar una mayor mixtura de usos en el sector.
En cuanto a las viviendas de baja altura y densidad, se propuso el aprovechamiento de las azoteas para la utilización de paneles solares calentadores de agua y fotovoltaicos, así como también la construcción de huertas privadas que permitan el abastecimiento personal.
Las zonas de mediana altura y densidad también implementaron medidas bioclimáticas, como terrazas o fachadas verdes, huertas comunitarias en las azoteas y microgeneración energética, con paneles o aerogeneradores verticales.
Por último, los sectores de mayor altura y densidad, adoptaron la microgeneración de energía de carácter obligatorio para contribuir con la producción energética limpia.
La Ciudad de Buenos Aires tiene un pavimento urbano compuesto por 29 millones de m2 de avenidas y calles, por lo que es necesario tomar medidas para mitigar los efectos de la isla de calor. Para ello proponemos apostar a la naturaleza, implementando fachadas y terrazas verdes, que no solo ayudan a disminuir la temperatura sino que limpian el aire.
La tecnología de las cubiertas verdes se trata de un sistema de ingeniería que permite el crecimiento de vegetación en la parte superior de los edificios, manteniendo protegida su estructura. La vegetación que crece sobre una cubierta da sombra a las superficies y disminuye calor del aire por evapotranspiración, reduciendo la temperatura de la cubierta y del aire que la rodea.
Las fachadas verdes por otro lado, se tratan de sistemas de plantas y otros vegetales que se instalan en las fachadas o paredes de un edificio, a través de mallas metálicas u otros elementos. Estas pueden ser de hoja perenne o caduca según si se quiere permitir el ingreso de luz en invierno. Al igual que las terrazas verdes, este sistema ayuda a disminuir la temperatura de del aire
Además, ambos sistemas, mejoran la aislación térmica de los edificios y capturan agua de lluvia, reduciendo inundaciones y niveles de contaminación. También representan un hábitat para especies nativas o migratorias.
La vegetación elimina contaminantes y gases de efecto invernadero presentes en el aire a través de la deposición seca y la captura y almacenamiento de carbono. Además, la reducción de la demanda de energía resultante de las propiedades aislantes de estos sistemas también reduce la contaminación atmosférica asociada a la producción de energía.
A lo largo de este trabajo hemos evaluado las condiciones ambientales actuales, llegando a la conclusión de que nuestra forma de habitar las ciudades debe cambiar para poder asegurar un futuro posible.
Todas estas medidas que se desarrollaron, se reflejan en la imagen de la ciudad del 2050. En todas sus escalas, implementando medidas de microgeneración y mostrando una nueva impronta, se pondera la recuperación del ambiente y el aprovechamiento de los recursos sin dañar la tierra en la que vivimos.
Cambiar la forma en la que habitamos no sólo nos asegura un futuro verde, sino también una vida más saludable.






































